20/3/09

Almorzando en la Calle


No quiero dar una idea equivocada sobre mi con este posteo. No soy una persona prejuiciosa ni discriminadora, tampoco tengo un corazón de piedra. Los que me conocen saben que soy más bien lo contrario... pero bueno, esas mismas personas saben que no soy una persona a la que le guste mucho dar explicaciones, así que mejor voy al grano.

Hoy estaba almorzando en el Coppelia de Lyon con 11 de Septiembre una ensalada con pollo marinado (mucha ensalada para tan poco plato, lo que resultó en un festival de lechugas desparramadas en el plato una vez que terminé de comer.. he ahi la critica culinaria, ahora vamos a lo social) Y llegué a una conclusión: Es imposible comer tranquilo en la calle hoy en día, sobre todo en Providencia. Apenas te sientas en cualquiera de los restaurantes o cafeterías que tengan mesas afuera para nosotros los infames fumadores empieza el desfile de mendigos, niños, enfermos, etc. que se acercan a las mesas a pedir, vender, dejar un papelito, parche curita, calendario de Winnie the Pooh, etc etc. Como trabajo en Providencia, ya se hace pan de cada día y el desfile de personas es siempre el mismo:

- Familia compuesta por madre, hijo de 11 - 12 años a reventar con POLOLA de la misma edad que aparte de pedirte plata se manosean y dan besos con lengua a vista y paciencia de la mamá del cabro chico. Este caso, aparte del tema principal de este posteo, encuentro que pasa por un tema de vulneración de derechos impresionante, que demuestra por que este pais está como las weas cuando una madre no es capaz de decirle a su hijo PREADOLESCENTE que no es correcto manosear a su polola PREADOLESCENTE... ¡Ni en su casa ni en la calle!, mientras saca a ambos a pedir plata cuando en realidad deberían estar en el colegio. Rico el ejemplo.

- Señora que es de la octava región que dice tener cáncer (aunque recalca que no es por fumar)

- Viejito en short que primero dice que no es ladrón, luego te pide que le convides un cigarrillo y despues te pide 80 pesos para irse a comprar un pan.

- Señora de edad que vende alfileres de gancho.

Bueno, y tantos otros.

Estamos en tiempos de crisis, y aunque no lo estuviéramos, es un hecho que en nuestro país la pobreza es un tema dramático y real. Pero, de la misma manera que me molesta que cualquier persona me interrumpa, independientemente la razón, cuando estoy comiendo o haciendo lo que sea, también me molesta que en la hora que tengo para almorzar, al menos 4 personas distintas lleguen a mi mesa a pedirme plata. Me pongo en la siguiente situación: ¿Qué pasaría si fueran vendedores cualquiera? De seguros, de celulares, etc... ¿Los garzones también harían la vista gorda y dejarían que los vendedores nos interrumpan mientras comemos?

Repito que acá no se trata de una crítica hacia el hecho de pedir, si bien pienso que para una persona el llegar al límite en el que le es necesario pedir tiene que ser lejos una de las decisiones más complicadas y dolorosas. ¡Qué difícil tiene que ser levantarse un día y darte cuenta que no tienes ni un peso para comprarte un pan y que lo único que te queda es pedir limosna o vender parches curita! Entiendo el mecanismo, entiendo la necesidad, pero al mismo tiempo, creo que también tengo razón al sentir que mi privacidad y mi espacio personal se ve invadido por estas personas cada vez que salgo a almorzar. Desconozco también qué dice la ley al respecto, sobre todo como consumidor, porque en realidad los garzones no hacen nada al respecto. Incluso adentro de la Galeria Drugstore, en el Tavelli o en cualquiera de los lugares que hay ahi para comer pasa lo mismo, y ahí hay garzones, guardias, etc... es como que pasara lo mismo en el Parque Arauco.

Siento que no soy la única persona que piensa así y que en realidad mucha gente al tratar de ser P.C. evita hablar del tema.

20/1/09

Cafe Magdalena

En calle Las Urbinas, frente a Gran Central, queda este precioso café de la comuna de Providencia. Trabajo cerca asi que voy bastante seguido, pero hoy quedé bastante y gratamente sorprendida con los nuevos menú que se han implementado para la hora de almuerzo.
Entre Fetuccini con salsa al roquefort y pastel de choclo, me quedé con éste último. Excelente atención, platote de greda grande, acompañado de una mini ensalada de tomate y un jugo natural, que en mi caso, fue de sandía, por 3.200 pesos si bien no está dentro de lo barato-barato, para el sector y la calidad del plato está más que aceptable.
Única pifia: no pude tomarme la copa de vino (menú completo 3.900 en ese caso) porque tenía que trabajar. Eso y que el pollo del pastel de choclo estaba medio desabrido... todo el resto, una joyita culinaria.
También vale la pena probar el pan pita con salmón, palta y queso crema, exquisito, las ensaladas y sandwiches en general.